martes, 14 de abril de 2020

13 años y pico de anime

Permítanme sentarme como un viejo en una mecedora y contar mi historia en el mundo de la animación japonesa.

Sangre, gore, tetas y nalgas

A causa de la publicidad de las distribuidoras en los años noventa, me formé la idea errada de que el anime era una cosa exclusivamente +18. Una orgía de cuerpos despedazados, cabezas reventando, tetas, nalgas, temas tabúes, héroes desalmados y sexo explícito con y sin tentáculos. Me creía que comparar la entonces llamada "Japanimation" con los muñequitos occidentales era como comparar un tequila con un refresco.

Por fortuna fui capaz de corregir mi percepción gracias a Telesistema y las emisiones de Dragon Ball y Saint Seiya (y Card Captor Sakura XD), junto a un mejor contacto con este universo a través del Internet. Me di cuenta de que el aura intimidante de ultraviolencia y tentáculos era apenas una porción del conjunto, explotada, cómo no, para atraer adultos jóvenes y adolescentes con complejo de duros (eran los 90 después de todo). También comprendí que había estado viendo anime toda mi vida sin haberme enterado. XD No obstante, en esa etapa seguí siendo un espectador de lejos, metido a medias en el tema, y apenas veía de vez en cuando en la televisión algún episodio de Sailor Moon (por Antena Latina), Slayers (por RTVD) o la película de Street Fighter Alpha.

Todos hemos sido narutards

Esa etapa pasiva cambió de rumbo en diciembre de 2006. Me fijé en unos compañeros de trabajo mientras veían en la hora de almuerzo una cosa llamada Naruto, que de lejos se parecía un poco a Dragon Ball. Para satisfacer mi curiosidad me dejaron los primeros 49 episodios, y me los devoré en pocos días motivado por la novedad de ver en mi DVD-player LG algo más que películas de “la Pulga” y rips de Google Video.

Hasta ahí llegué con el ninja mamey (en medio del combate de Lee vs Gaara) porque no me dejaron más episodios, y además me sumergí en Zelda Twilight Princess inmediatamente después. Pero esto no paró, en los sucesivos meses mis colegas me siguieron facilitando otras series y películas que me "desnarutificaron". Entre ellas puedo citar joyas como Cowboy Bebop y GTO, disparates como Transformers Masterforce y Soul Link, y algún episodio de Bible Black. XD

Si pasa de un minuto, me lo apunto

Con el curso natural de las cosas empecé a descargar yo mismo, y me hice una lista de lo que quería ver. En esos días de novato me maravillaba con Death Note pensando que era el anime más profundo de todos los tiempos (lol), descubrí de dónde venía el famoso gif de Osaka tirando el zapato, me dejé absorber en el universo de Studio Ghibli y también me topé con una tal Haruhi Suzumiya. Aparte de eso, me pasó lo que me suele ocurrir cuando me meto en un interés nuevo: cualquier cosa que me llamara la más mínima atención me la apuntaba de inmediato, y en medio de ese vicio la lista de pendientes creció sin control. Se me amontonó más de un centenar de carpetas por llenar, cada una perteneciente no a una serie, sino a una franquicia completa. Mientras tanto, los roles se habían invertido: ahora mis compañeros eran quienes se la pasaban entrando vía Ethernet a la "bodega" de animes que conservaba en mi estación de trabajo.

La acumulación me trajo dos problemas: el tiempo para descargar (unido al pésimo internet de mi trabajo de entonces) y el tiempo para verlo todo. El primer escollo lo superé gracias a la inestimable ayuda de un amigo y colega que se ofreció para bajarlo todo con JDownloader aprovechando la conexión de su otro empleo. Siempre le agradeceré ese gesto. El segundo problema dependía de mi disciplina y mi criterio. Dejé de añadir cosas a lo loco (lo que me ahorró bastantes decepciones), y más tarde decidí seleccionar con más cuidado las series largas y las novedades. Principalmente agregaría a la lista secuelas y trabajos relacionados con animes que ya había visto, y si algo nuevo me interesaba, más le valía que fuera corto o lo leería en manga. Además hice una tabla de episodios que iba tachando, me fijé una cuota de 4-5 diarios (o una película) y cada tres meses llevaba un control del tiempo que me restaba.

Hoy en día, como me falta "relativamente" poco, no hago el control trimestral y he bajado el paso hasta 2 episodios los días que se me antoja, ahora con el plus de los hijos de mi prima como co-espectadores. Prefiero hacer lo que me gusta a mi propio ritmo, y eventualmente completar los pendientes para por fin sólo preocuparme por lo que acaba de salir y lo anunciado (incluyendo los interminables spinoffs de Fate).

A lo hoygan

Desde el principio hasta hoy he disfrutado de mis “chinese cartoons” al más puro estilo tercermundista: DVD player con soporte DivX y mi fiel TV Samsung “cabezona”. Un arsenal tecnológico de principios de siglo con el que me mantengo satisfecho y no me interesa cambiar. Si la buena calidad está al alcance bienvenida sea, pero nunca he sido un sibarita de las ultra-resoluciones y encodeos de la NASA, y si hay que soportar alguna limitación para ver lo que quiero, por lo general la tolero.

Han sido miles de horas bajando “hanime gratix” en 60MB, ripeando episodios a resolución ridícula en sitios que ya ni siquiera existen, en mis primeros pasos recurriendo a Google Video para convertir a AVI (lolazo), esperando límites por hora en Rapidshare y Megaupload, cruzando los dedos para que no se cortaran las descargas, aprendiendo a tientas con varias herramientas de conversión, hurgando hasta en webs chinas a la caza de escurridizos episodios especiales, probando los límites de mi paciencia unas pocas veces con los torrents, y vadeando sitios con comentarios hoygan llenos de Lenny Faces y palabras como "rikura" y "zukulemto". El colmo fue una vez que tuve que extraer y traducir con Google unos subtítulos en indonesio. No me han importado esas experiencias peculiares, mi deseo de ver anime siempre ha sido más fuerte que ellas.

No me llamen otaku

Sobra decir que en aquel 2006 no me imaginaba con una lista de más de 1000 items en MyAnimeList, ni llenando casi un estante completo con más de 400 discos. Con todo y eso me sigo considerando un “casual watcher”, un tipo normal que simplemente ha visto mucho. Asisto a eventos como Feria Mundo Anime y Paradise Con, y alguna vez me he atrevido a subir a Youtube o Dailymotion uno que otro especial difícil de hallar de series vistas por tres gatos, pero prefiero seguir pasando desapercibido y manteniendo el anime como hobby, no como estilo de vida. Esta afición me ha dado incontables horas de disfrute y no pienso dejarla, a pesar de que ya no me invade el vicio de antes y es más complicado dividir el tiempo con las responsabilidades. De hecho, a veces hasta me he cansado y tomado períodos de pausa. Pero por suerte y experiencia también conozco el remedio: ver buen anime.

Ahora, a empezar con los mangas. XD

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